Carlos Gardel, el mito de Buenos Aires
Carlos Gardel: Cada día canta mejor. Esta frase tan repetida resume el mito de Carlos Gardel. Gardel está vivo en el corazón de los argentinos y cada día canta mejor. Su voz única sigue cautivando al mundo. No se apaga.
Carlos Gardel fue el máximo exponente del tango. A su voz increíble se sumaba una genial capacidad de interpretar el tango, un perfecto equilibrio entre emoción y sobriedad. Cantante, compositor y actor, su historia tiene todos los ingredientes que necesita un mito. Un misterio eterno en torno a su lugar de nacimiento, una infancia pobre y una turbulenta juventud. Mas tarde un éxito imparable y finalmente una muerte trágica en la cúspide de su carrera.
El día que murió nació el mito como ídolo indiscutible de todos los argentinos, como figura de adoración casi religiosa.
Su persona y su imagen son objeto de idolatría popular en el Río de la Plata. Es un símbolo cultural y uno de los mitos más importantes de la historia de la música y de la cultura popular de la Argentina.
El día que murió Gardel, nació el mito de un hombre único, que hasta hoy sigue despertando el interés no sólo de los que aman el tango sino de los múltiples investigadores, escritores y coleccionistas obsesionados por el misterio del morocho del Abasto.
Año tras año, se renueva el debate por su nacimiento y su vida y surgen nuevos datos, anécdotas o supersticiones populares. Su muerte dio pie a muchas leyendas urbanas que contribuyeron a aumentar el mito.
Mitos y leyendas
El historiador Horacio Salas señala que sólo existen cuatro mitos argentinos en el siglo XX: Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón, Eva Perón y Carlos Gardel.
Pero de todos ellos, sólo Gardel es aceptado por todos los estratos sociales y no sufrió los embates de odios políticos o rencores. Sólo a Gardel se le perdona todo, como a los símbolos patrios.
¿Es francés? ¿Es uruguayo? La disputa aún no está resuelta. Hay tantas versiones como apodos tiene Gardel: el Morocho del abasto, el Francesito, el Mago, el Zorzal criollo, el Mudo y finalmente el más cariñoso: Carlitos.
Muchos investigadores relatan que Charles Romuald Gardés nació un 11 de diciembre de 1890 en Toulouse, Francia, hijo no reconocido de Jean Paul Lassere y Berta Gardés. El padre los abandonó y Berta viajó a Argentina buscando otro futuro. Carlitos llegó a Buenos Aires con sólo dos años y tres meses de edad. Vivieron en el barrio porteño de Abasto.
¿Por qué los uruguayos se atribuyen el nacimiento?
Existe otra leyenda, la del Gardel uruguayo nacido en Tacuarembó e hijo de un coronel llamado Escayola. Según cuentan algunos historiadores, Carlitos cuando era adolescente cometió una estafa y quedó prontuariado. En la década del 20 necesitó sacar pasaporte para realizar una gira. Ya era famoso y no quería que se supiera su antecedente policial. Por lo tanto, fue al Consulado uruguayo y declaró que había nacido en Tacuarembó en 1887, hijo de Carlos y Berta Gardel.
Otra versión declara que, en 1914, durante la Primera Guerra Mundial, Gardel tenía 24 años y debía, como ciudadano francés que era, concurrir al consulado francés a enrolarse en el ejército y marchar al frente. Carlitos no lo hizo porque no sentía ningún sentimiento patriótico con Francia.
En 1920, amparándose en una ley para súbditos uruguayos residentes en otros países, decidió inscribirse como uruguayo en el consulado. Declaró haber nacido en Tacuarembó el 11 de diciembre de 1887 y en vez de poner su nombre Gardes puso el artístico: Gardel.
Este hecho habría generado la tamaña confusión que sigue viva hasta nuestros días.
Gardel: Mi Buenos Aires querido
Más allá de las versiones, Gardel era argentino de corazón. Su patria era la Argentina y a ella le cantaba. Muy bien lo expresa uno de sus tangos preferidos: “Mi Buenos Aires Querido, ciudad porteña de mi único querer”
Con su voz inigualable, llegó a cantar folklore, zarzuela, rumbas y canzonetas. Conoció a José Razzano, con quien formó un dúo de mucho éxito hasta que se enamoró del tango. En 1925 se separaron y Gardel se lanzó como solista.
Su carrera duró diez años y no conoció el fracaso. Fue un fenómeno en la radio y también incursionó en el cine. Viajó por todo el mundo. Cantó en Paris, Madrid, Barcelona, Roma, la Costa Azul, Viena, Berlín, México, Puerto Rico, Panamá, Cuba y Colombia. Cantaba en seis idiomas. Hasta esa fatídica tarde en Medellín.
Era 24 de junio de 1935. Tres de la tarde. El avión de la compañía SACO (Servicio aéreo colombiano) se preparaba para despegar rumbo a Cali, pero todo salió mal. La cola del avión rebotó en el piso, se desvió y chocó de frente con otro avión de la compañía Scadta. El impacto fue fulminante. Se incendiaron los dos aviones y murió toda la tripulación y los pasajeros. Carlos Gardel, el morocho del abasto, falleció carbonizado junto a Alfredo Le Pera, autor de los tangos que hicieron famoso a Gardel, Guillermo Barbieri, su guitarrista y José Corpas Moreno, asistente del cantante.
“Un pueblo lo lloraba y cuando un pueblo llora, que nadie diga nada porque todo está dicho”.
Lo cierto es que esa tarde se apagó su voz inconfundible, sus tangos melancólicos y su carrera en ascenso. Para Buenos Aires fue un golpe duro. Miles de personas despidieron a su cantante favorito en un Luna Park de luto. Luego una multitud lo llevó en andas al cementerio de Chacarita. Quedaron sus discos, sus películas y sus misterios. Se moría la magia del tango, la voz extraordinaria y nacía el mito para siempre. Porque la multitud que lo lloró, lo bendijo y lo hizo suyo. Nunca más lo abandonó, nunca más lo dejaron solo.
Un poeta dijo: “Cada 24 de junio cae una gota de plomo fundido en el corazón del pueblo”. Cada año, ese día, muchos se acercan a su tumba en Chacarita. El misterio nunca se apaga. Gardel, cada día, sigue construyéndose.
Gardel hoy
Carlos Gardel, además de ser el creador del tango, superó todas las barreras del tiempo. Gardel está vivo en cada rincón de Buenos Aires, su imagen se mantiene vigente de forma certera y misteriosa. Su recuerdo es preservado en los bares, en los colectivos, en el subte y en el imaginario argentino.
El lenguaje común lo mantiene vivo. Cuando queremos designar lo mejor, usamos el “ser Gardel”. Decimos Ser Gardel cuando queremos ponderar la excelencia, el éxito, la calidad.
Visitar el Abasto: el barrio de Gardel
La zona del Abasto, en el Barrio de Balvanera, es el lugar ideal para recorrer la historia del mayor cantautor de tangos. El espíritu del “zorzal criollo” sigue intacto en este barrio en el que se puede descubrir su antigua casa, su monumento y un pasaje que lleva su nombre.
El abasto está íntimamente ligado a Gardel. Se dice que Gardel fundó el tango y para lograr esta hazaña no sólo era necesario tener una voz única, era necesario tener mucha calle, mucha noche, haber padecido la pobreza, ser guapo y haber vivido en el Abasto.
Por eso hoy el Abasto es una cita imprescindible para los amantes del dos por cuatro porque podrán seguir las huellas de Carlos Gardel. Se puede recorrer el Pasaje Carlos Gardel, entre las calles Jean Jaurés y Anchorena. Buenos Aires homenajeó a Carlos Gardel con el Monumento “Carlos Gardel” en el que se lo ve de pie, con los brazos cruzados y se aprecia su fina estampa de cantor de tango
Museo Gardel
En la calle Jean Jaurés 735, se puede ver la casa donde vivió Gardel. En 1927, el “morocho del abasto” compró esta casa para su madre, Berta Gardés. Allí vivieron hasta 1933. Hoy es la Casa-Museo Carlos Gardel, cuya misión es preservar el patrimonio vinculado al cantante. Se pueden ver objetos originales de Gardel y fotografías, todo ambientado en una casa con mobiliario y objetos de época. La voz inconfundible del Zorzal criollo lo acompaña durante el recorrido.
En el paseo del Filete, el inconfundible arte popular declarado Patrimonio cultural de la Humanidad, también se puede ver la imagen de Gardel. Su sonrisa inolvidable es uno de los temas repetidos en el arte del filete y colocado en el mismo podio de la virgen María. En el Pasaje Zelaya se pueden ver las obras del artista Marino Santa María. Son varios murales-retratos de Gardel con partituras y letras de tangos.
Gardel eterno
Lo que dejó de existir fue su cuerpo mortal pero su alma seguirá viva como las reliquias.
Buenos aires, sin duda, sería diferente si no hubiera existido Gardel. Poco importan las teorías sobre su nacimiento o las leyendas sobre su vida. Con su imagen, su pinta y su voz celestial seguirá construyendo su reinado eterno. Así de grande es el fenómeno, el mito gardeliano. Gardel peinado a la gomina y su sonrisa indiscutible de galán. El ícono gardeliano de la eterna sonrisa. Así lo evocamos, eterno en la memoria colectiva de los argentinos.